¿Te has preguntado alguna vez por qué tu ciudad se ha convertido en el patio de recreo de despedidas de soltero? Spoiler: el turismo - masivo - tiene la culpa, que no siempre es tan bonito como suena en la prensa, en las guías de viaje o en la cuenta de tu influencer favorita. Imagina que tu tranquilo vecindario se convierte en el escenario de un circo de borrachos con coronas de flores, en una cabalgata de fanáticos religiosos, de acerados deportistas que clavetean sin cesar el pavimento urbano con sus bastones de trekking o que todos los negocios son de repente tiendas de suvenires. Eso es lo que sucede cuando el turismo desenfrenado choca con la vida local, y el ruido, el vandalismo y el caos se convierten en los nuevos inquilinos de tu calle.
Las plataformas como Booking y Airbnb, aunque han hecho que viajar sea más accesible, también han ayudado a que tanto individuos como grupos de fiesteros ocupen tu edificio, dejándote el “agradable” aroma de resaca en los pasillos o molestias sonoras en el mejor de los casos. Lo que comenzó como una democratización del turismo, se ha transformado en una pesadilla para la convivencia.
Pero no todo está perdido. Ahí es donde entra el turismo responsable, que viene a ser como esa conciencia que te dice que no tires basura en el parque. Se trata de respetar la cultura local, proteger el medio ambiente y echar una mano a la economía local, en vez de pisotearla con tus chanclas playeras. Porque, al final del día, no queremos convertir cada ciudad bonita en una caricatura de sí misma, ¿verdad?
Ahí tenemos a Lugo, una ciudad que de momento está haciendo las cosas bien, o que por lo menos aún no las está haciendo mal. Mientras otros destinos caen en la trampa del turismo masivo, importando modelos fallidos orientados a atraer bulto y confiando la calidad de las visitas a la estadística, Lugo apuesta por el turismo sostenible, invitando a aquellos que quieren conocer su historia, su gastronomía y su contorna y no solo vivir una juerga más.
Pero espera, que la cosa no termina ahí. Resulta que mientras tú intentas sobrevivir al fin de semana con tapones para los oídos y paciencia zen, hay quienes están haciendo algo más que quejarse en Twitter. Sabemos que no todos los héroes llevan capa, ahí están esos que no solo no se quejan del ruido, la basura, el precio de los alquileres o la gentrificación, sino que también buscan cambiar la historia. Ellos saben que no hay que ser un hater del turismo, solo un poco más consciente. Porque, a ver, ¿no es mejor volver de un viaje y recordar la cultura del lugar en lugar del volumen al que se podía gritar en las calles? Pues ahí hay gente que se esfuerza en poner su granito de arena en la playa de la oferta cultural aportando actividades y propuestas alternativas, conscientes y con interés genuino en contribuir a la conciliación entre vida urbana y el turismo.
Ahora, plataformas como Booking y Airbnb tienen su parte en el lío, pero, ojo, también podrían ser parte de la solución. Imagina que estas plataformas dejen de ser el Uber de las despedidas de soltero y se conviertan en los embajadores del turismo responsable. Que en lugar de sugerirte un loft en el centro de la ciudad, te recomienden una casita rural donde puedas respirar aire puro y escuchar los pájaros (no los gritos). Imagina que se ponen las pilas y empiezan a promover alojamientos que respeten a los vecinos y el entorno, y no solo a tu resaca turismofóbica.
Sigamos con Lugo. No es solo una ciudad bonita con un pasado romano, es un ejemplo de cómo no hacer las cosas mal. Para bien o para mal Lugo tiene la particularidad de que está fatal comunicada con el resto del mundo, las carreteras para llegar son como son, no hay AVE ni se le espera, y obviamente ni tiene ni necesita aeropuerto. Pues en lugar de venderse al mejor postor como una fiesta sin fin, ha decidido apostar por un turismo que le sienta bien: fomentando una gastronomía espectacular, poniendo en valor el atractivo patrimonial que aloja la ciudad y ofreciendo una limitada cantidad de fiestas desmesuradas como el Arde Lvcvs, donde sí, la ciudad se llena - quintuplica su población - pero también es una fiesta que gira en torno a elementos culturales y donde la mayoría de la ciudad se implica en la propuesta. Porque, seamos sinceros, nadie quiere que su ciudad termine siendo un meme donde los monumentos son lo que se oculta detrás de la avalancha o donde para ser parte de la masa tienes que enfundarte las chanclas con calcetines.
Al final del día, la pregunta es: ¿Queremos ciudades que sobrevivan al turismo o ciudades que se ahoguen en él? Tú decides si quieres ser el turista que suma o el que resta. Y créenos, la diferencia es más grande de lo que parece. Así que, si lo tuyo no es pasar la cara por la ciudad, hacer el check en la lista de visitados y subir la foto a Instagram, sino que buscas construir recuerdos de viaje auténticos, el turismo responsable es la clave. ¿Te apuntas a ser parte de la solución en lugar del problema?
Os dejo el vídeo donde Alba Álvarez nos cuenta más sobre su punto de vista en cuanto a estos operadores, cómo afectan a la capacidad operativa de los hoteles y que inspira esta reflexión.